Comprender la función evaluativa del cerebro, es importante para comprendernos. El cerebro evalúa todo cuanto sucede dentro y fuera del organismo. Y estas evaluaciones siempre están sujetas a las experiencias vividas desde su origen. Ya en el útero materno, se cablean ciertas funciones defensivas que el organismo, no hace falta que aprenda.
Un bebé apartará su mano si detecta que algo la oprime, le quema, o le cae una sustancia nociva. Eso es innato en cualquier especie animal sin ninguna mutación genética rara, tipo (CIPA).
A medida que vamos creciendo, el organismo va aprendiendo cómo comportarse en el mundo que le rodea. La información y las experiencias van perfilando nuestra relación con nosotros mismos y la cultura.
Haciendo referencia a la parte del dolor. Lo que diferencia de una a otra persona, a parte de sus experiencias, son las creencias. Todas aprendidas. Cuando un dolor está justificado por un daño, y los contextos son los mismos, el organismo activa el modo estado de alerta-protección y evitación. Como el bebé. El afrontamiento es el mismo, evitar el daño.
Ahora bien, cuando dos personas sufren dolor sin daño asociado, uno puede actuar de un modo, y el otro de forma muy distinta.
-¿Por qué?
Quizá pienses que es porque son dos personas distintas. Y no te falta razón. Quizá también porque ambas personas no sufren la misma intensidad de dolor. Y no te falta razón. Sin embargo, puede ser también porque la información que manejan es distinta.
La información genera creencias, expectativas, y EVALUACIÓN. Y el dolor conductas.
Qué hace que una persona padezca dolor en sus pies por artrosis, y esté sufriendo ¿Y la otra no? Su sensibilidad, su umbral de tolerancia al dolor, sus pies, su cerebro…Bien todas parecen coherentes ¿Verdad?
La diferencia es la información y la forma de afrontarlo (acorde a la información). Claro que sin información, no hay forma de cambiar el afrontamiento. Se crea el bucle.
Esto le ocurrió a Conchi. Visitó a su médico por dolor en ambos pies. El diagnóstico fue, dolor por artrosis. Al salir, estuvo 2 meses más con dolor.
Por este motivo, llegó a mi consulta.
Me dijo que se había acostumbrado ya, pero que quería mejorar, aunque fuera un 50%. Le dije que al dolor nadie se acostumbra. NADIE. Así que empezamos a trabajar. En este caso, había que derribar creencias, y expectativas. Obviamente, no soy coach. Y por mucho que yo quiera, quién ha de escuchar es ella, pero quien ha de integrar la información es su organismo. Y lo hizo.
A día de hoy, a Conchi la veo una vez al mes. Pero no hay ningún dolor que abordar, viene porque dice que se siente muy bien. Ella dejó de padecer dolor por completo el primer mes. Hace más de un año ya.
-¿Qué cambió entonces?
El proceso evaluativo. Sin eso, no se rompe el bucle del dolor sin daño asociado.
Un saludo