El organismo va construyendo narrativas (que cuento, y que me cuento) para poder experimentar, explicar y compartir la vida con la generación de pensamientos.
Se refuerza a través nuestro, y a través de otros también.
La narración se forma a través del pensamiento, generado por el cerebro. La narrativa es la herramienta que me permite trasladar el pensamiento narrativo al «yo consciente». Y guardarlo.
Todos gozamos o sufrimos las consecuencias de esas narrativas, aunque en muchas ocasiones no seamos conscientes.
El cotilleo es una narrativa que nos genera placer. En otros contextos, limitaciones y sufrimiento.
El pensamiento narrativo también tiene un sentido evolutivo, porque supone una ventaja para nuestra supervivencia. Ya que se nutre de la predicción.
«Pues hoy tiene pinta de qué va haber tormenta eléctrica, quedémonos en la cueva». Narrativa para bien.
«Hoy hace un sol brillante, y calor, mejor no salgamos o nos puede dar dolor de cabeza».
Poder puede, más por la profecía autocumplida que por el riesgo biológico real. Narrativa para mal. Sensibilización.
Ahí va una personal.
–Mi madre con toda su buena intención, me decía que siempre debía protegerme la cabeza en los días soleados, porque me podía dar un mareo». De pequeño, sufrí mareos. Su narrativa, condicionaba la mía. Sensibilización.
Detrás de cada narrativa construída, hay una dosis de placer. Que quizá tu «yo consciente» no detecte. Hay que ver si ese placer nos impulsa a crecer o a limitarnos la experiencia de lo que llamamos vida.
Un saludo.
