Los circuitos dopaminérgicos están involucrados en la búsqueda y en la obtención del placer inmediato y/o de la recompensa.
Muchas de nuestras decisiones, están basadas en las recompensas inmediatas. Al organismo le seducen, más que a nadie. Los circuitos dopaminérgicos del deseo, dominan nuestras partes más racionales del cerebro. A veces, “tomamos” decisiones que no nos convienen, pero lo hacemos.
“Fumar mata, lo sé, pero fumo”.
“Antes de cenar, no me conviene la bolsa de patatas, pero me la como”.
“Sé de los beneficios de moverme más, pero no me apetece”.
“Hoy me duele la cabeza, me tomo el antiinflamatorio”.
La fricción que se produce entre el deseo y el control, es una batalla difícil de enfrentar, debido a la intensidad de los impulsos en los circuitos dopaminérgicos del deseo. Son más feroces que los del circuito dopaminérgico de control. Ambos circuitos son la doble cara de una misma moneda.
Compramos muchas cosas, que luego nos damos cuenta, que no necesitamos. ¿Es simple acumulación? ¿O es la ferocidad del sistema de deseo dopaminérgico? Ten un mal día y verás que tu organismo buscará la recompensa inmediata para paliar el sufrimiento percibido.
Si te ataca un león, quieres que ambos actúen en coherencia, el del deseo para salvar la piel, y el de control, para elegir la dirección correcta de huida.
El deseo no sólo se cumple con cosas materiales, también es necesario para cumplir propósitos. A veces, actúa para evitar un sufrimiento, o dolor.
Come más, bebe más, compra más…
-Tómate el ibuprofeno-. Propone el sistema de recompensa de la red neuronal cerebral.
El organismo te susurra:
– Cumple y calma, en el pasado funcionó (deseo)
– Resiste y experimenta (control)
En cuestión de organismo, nada es lo que parece.
¿Quién ganará? ¿Deseo o control?
En función de la conducta seleccionada, daremos o quitaremos la razón a una predicción de amenaza. En ocasiones, acertada, y otras errónea.
La repetición de dicha conducta, potenciará las decisiones futuras.
Un saludo.